POR: GERARDO ORDAZ
A
diferencia de otros lenguajes creados por el hombre, el de la poesía, que
acrisola en palabras cuerpo, música, y su imagen, funde también dos procesos en
eminente pugna: el pensamiento analítico —que permite al poeta, en un momento
previo a la creación, desbrozar lo que mira— y el analógico, que no sólo
celebra la pluralidad del mundo sino que, además, desconfía del análisis
racional donde toda verdad es excluyente pues no pueden coexistir dos verdades
sobre un mismo hecho. El pensamiento analógico, por el contrario, afirma la posibilidad
de una correspondencia universal que religa el mundo y hace coincidir una
verdad con otra
No
voy a decir ahora que el lenguaje de la poesía es, por eso, el lenguaje de la
libertad, aunque lo sea. Frente al de la burocracia, frente a las voces del
comercio o ante las etiquetas de la academia, se alza la poesía como una forma
de resistencia pero su poder revolucionario no estriba en que, durante una
marcha, gritemos consignas escritas por algún poeta cuyo nombre ni siquiera
conocemos. La poesía es revolucionaria porque es el agitador de la lengua. Al
tiempo que nos revela el mundo, crea otro.
La
poesía, entonces, no quiere analizar, entender o describir al mundo, aunque lo
haga; no busca sólo comunicar una experiencia: es a un tiempo experiencia y creación;
no ofrece respuestas, aunque las revela. Su propósito es sugerir más preguntas
pues nos conduce a pensar nuevos sentidos, correspondencias en el telar del
mundo.
La
poesía No sirve para alcanzar el poder pero sirve para responder al poder con
sentimientos cercanos. No sirve para vivir pero la poesía vive con las
palabras. No sirve para enseñar a nadie nada, pero sirve para mostrar lo que
acontece por el mundo. No sirve para matar, no sirve para morir, no sirve para
rezar ni para jugar con fuego. Pero sirve para emocionar, para vivir en otros
cuerpos, para reflexionar y sentir la belleza y hondura de las palabras que nos
explican cómo somos. No sirve para amar, no sirve para gritar, no sirve para
llorar, pero sirve para sentir el deseo, para alzar la voz en silencio, para
que su tristeza te atraviese el pecho.
No
sirve para liberar a nadie, no sirve para juzgar a nadie, no sirve para lograr
la paz. Pero sirve para hablar con libertad, para proclamar la inocencia de las
cosas, para rebelarse contra la locura de la historia. No sirve para bailar, no
sirve para emborracharse, no sirve para estarse quieto. Pero sirve para
celebrar la vida, sirve para embriagarse de otros sentidos, para moverse por
otros lugares. No sirve para la muerte.
Sirve
para la vida. Da vida a los muertos y nombra lo que a menudo no tiene nombre.
Como
lo que no sirve pero es inevitable.
POR DIANE DESIREE RAMIREZ LUNA
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